Querida Mary Shelley:
Reciba un cordial saludo, esperando se encuentre bien. Reconozco la inmensa contribución que ha realizado al extenso mundo literario con sus obras. Sin embargo, entre todas ellas, «Frankenstein» o «El Moderno Prometeo» ha captado completamente mi atención. Este clásico de la literatura me ha hecho no sólo ver las consecuencias de la arrogancia humana, sino también reflexionar sobre la naturaleza de la compasión y su papel en la condición humana. La narrativa epistolar que usted emplea, en la que el Capitán Walton relata su odisea en el Círculo Ártico a su hermana Margaret, sirve como el marco que sumerge al lector en un mundo de misterio y suspenso desde el primer instante, y lo lleva a cuestionarse cuál es el verdadero significado de la compasión.
Dicho significado va más allá que el «simple sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien»(1), sino que es algo más polifacético, pues será éste valor y, en efecto, la ausencia de éste con el que usted levantará y destruirá el destino de los personajes.
Comenzaré mi análisis adentrándome en la figura de Víctor Frankenstein, el eje central de esta narrativa. Este personaje es un individuo de innegable ambición y curiosidad científica cuya trayectoria vital está marcada por una sucesión de tragedias. En su infancia, Víctor se vio rodeado por la dolorosa pérdida de seres queridos; su juventud, ensombrecida por las humillaciones sufridas durante su formación académica en Inglaterra; y finalmente, el desenlace fatídico de su existencia, acuñado por los crímenes de la criatura a quien él mismo dio vida. Estos eventos en la vida del protagonista suscitan en el lector una respuesta empática y genuina, enraizada en la compasión.
Éste sentimiento de compasión se materializa a través de personajes como Henry, Elizabeth o Alphonse, quienes procuran ofrecer consuelo y apoyo al atormentado científico. Paralelamente, esta misma compasión siembra en el lector una tensión emocional que oscila entre el deseo de compadecer al creador y la necesidad de repudiar y exterminar a la criatura engendrada por el joven suizo.
No obstante, a medida que la trama se desenvuelve, se produce un cambio notable en este esquema emocional, manifestado en el encuentro entre Víctor y la criatura en las cumbres suizas de Mont Blanc, momento en el cual usted nos introduce al enigmático ser que, con meticulosidad y detalle, relata a su creador las causas y circunstancias que han orquestado sus crímenes, incluyendo el asesinato de William Frankenstein y la injusta condena de Justine. En esta narrativa que usted presenta, el lector es testigo del profundo sufrimiento del monstruo, marcado por la adversidad del entorno, la privación del calor humano y la constante repulsión y rechazo de aquellos que lo rodean, todo ello agravado por su apariencia grotesca, como él mismo confiesa tanto a Víctor en su encuentro en las montañas como al capitán Walton en el desenlace de la obra:
Usted, que llama amigo a Frankenstein, parece conocer mis crímenes y desventuras. Supongo que su relato no le debió de referir las horas, los meses de infelicidad que pasé desperdiciando mi vida en impotentes pasiones. Porque aunque yo destruí sus esperanzas, no pude satisfacer mis propios deseos, unos deseos que siempre han sido apasionados y desgarradores. Yo deseaba hallar amor y amistad, en cambio solo he recibido desprecios. ¿Acaso no era injusto? ¿Soy yo el único criminal que cuando la humanidad entera pecó contra mí? ¿Por qué no odia a Félix, que echó de su casa a un amigo de manera humillante? ¿Por qué no denota al asesino que intentó matar al salvador de su hija? No, claro… ¡Esos seres son virtuosos e inmaculados! Pero yo soy miserable, un ser abandonado, un aborto al que desdeñar, al que echar a patadas y pisotear. Incluso ahora me bulle la sangre al recordar tanta injusticia(2).
A pesar de los desafíos insuperables, la criatura no se rinde; ha adquirido la capacidad de comunicarse de manera sofisticada, así como habilidades lingüísticas, literarias y altruistas, como se evidencia en su ayuda a desconocidos y en su acto heroico al salvar a una niña del peligro de ahogamiento. Sin embargo, ésta benevolencia se ha retribuido con rechazo y aversión de la humanidad, lo que explica los motivos de los crímenes cometidos por la criatura en su búsqueda desesperada de su creador. Conforme la criatura expone su relato a Víctor, el lector se ve inmerso en un torbellino de dolor y soledad. En efecto, pese a sus acciones violentas, en este punto de la narrativa, la criatura ha suscitado en el lector un sentimiento de compasión exhibiendo su trágica historia y sufrimiento.
La demanda fundamental del monstruo radica en la búsqueda desesperada de amor y compasión, anhelos que, lamentablemente, ningún individuo, incluido su propio creador, es capaz de satisfacer. En un acto de desesperación, la criatura implora a Víctor la creación de una compañera que colme el vacío emocional provocado por el dolor y el rechazo. Sin embargo, la negativa de Víctor a conceder tal petición desencadena una serie de eventos que culminan en un desenlace trágico. Los homicidios de Henry y Elizabeth, el fallecimiento de Alphonse y la espiral de locura que consume a Víctor, quien ansía venganza contra la criatura, conducen a un desenlace desgarrador.
Es intrigante observar cómo, pese al sufrimiento experimentado por Víctor, siempre le rodea la compasión manifestada por figuras significativas en su vida, como la preocupación de su padre, Alphonse, la amistad sincera de Henry y el amor incondicional de Elizabeth. Ésta cercanía emotiva, generada por el afecto y la comprensión de los demás, ha sido un elemento constante en su existencia. No obstante, paradójicamente, Víctor no corresponde con ese sentimiento de compasión ni con sus semejantes ni a la criatura misma.
En contraste, la criatura engendrada por Víctor exhibe un comportamiento notablemente compasivo hacia los demás, como se evidencia en sus discretos actos de bondad hacia el Sr. De Lacey, Felix, Safie y Agatha, al suministrarles leña y alimentos para aliviar sus penurias. Éste patrón de conducta compasiva se ve amplificado cuando la criatura interviene para salvar a una niña de ahogarse en un río. Sin embargo, estas acciones solo le granjean el desprecio y la aversión, no sólo de aquellos a quienes ha ayudado, sino también de su creador.
Y, ¿sabe? Querida Mary Shelley, resulta evidente para mí la presencia de dos arquetipos distintivos en la representación de la humanidad dentro de su obra. Por un lado, usted muestra a aquel individuo que experimenta el sufrimiento y recibe compasión de otros, pero lamentablemente se muestra incapaz de corresponder con éste mismo sentimiento cuando otros lo necesitan. Por otro lado, usted exhibe a aquellos que ofrecen compasión de manera desinteresada, sólo para ser recompensados con desprecio y humillación. Este antagonismo entre ambos arquetipos sirve como un espejo que refleja la crueldad y la alienación arraigadas en la sociedad representada en su obra.
Aunque el monstruo engendrado por sus palabras no posee la condición humana en términos estrictos, emerge como la encarnación más fiel de la humanidad en toda la trama. Incluso en el momento de la muerte de su creador, la criatura no se regocija por su supuesto triunfo, sino que experimenta una profunda angustia ante la pérdida de Víctor, revelando así una complejidad de este sentimiento:
Es cierto, sin embargo, que soy un desgraciado. He asesinado al bienaventurado e indefenso. He estrangulado al inocente mientras dormía, y apretado la garganta de quien jamás hizo daño alguno a un ser vivo, ni siquiera a mí, hasta matarlo. He arrastrado a mi creador, modelo perfecto de todo lo que es digno de ser amado y admirado por la humanidad, a la desgracia(3).
La dinámica entre Víctor y la criatura arroja luz sobre la eterna lucha humana por comprender y ejercer la compasión, tanto hacia aquellos considerados enemigos como hacia los más cercanos y queridos. En la incansable búsqueda del conocimiento y el progreso, es crucial que el ser humano no descuide la relevancia de la compasión en su existencia, sobre todo en un contexto caracterizado por la alienación, la indiferencia y, en ocasiones, el menosprecio hacia los demás.
¿Qué intenta gritarle a la sociedad por medio de la criatura que Víctor ha creado? ¿Acaso no es el hombre el que crea sus propios demonios? ¿Acaso no es tanto usted como yo el monstruo que la sociedad de manera tan inhumana ha creado? «¡Qué mudables son los sentimientos y qué raro es el amor con el que se aferra uno a la vida aun cuando se está sumido en la desgracia!»(3). En efecto, la sociedad ha creado inconscientemente una criatura que buscando desesperadamente afecto solo se ha encontrado con la amargura del rechazo.
Sin darse cuenta, el hombre ha hecho una especie de ángel, tan inocente, tan puro, tan ávido en aprender, pero ha sido el mismo el ser humano el que se ha encargado de convertirlo en un demonio sediento de venganza. Efectivamente, la víctima de todo esto, no es la sociedad, no son los creadores, sino la criatura misma que anhela el afecto de los demás. Es aquí donde radica el problema no sólo del siglo XIX, sino también del siglo XXI, que el hombre no conoce la compasión, y al no conocerla, no es capaz de darla a sus enemigos, amigos y a sí mismo. «¿Acaso el hombre puede ser tan poderoso, virtuoso y magnífico, y a la vez tan malvado y despreciable?»(4).
En última instancia, su obra, Mary Shelley me ha revelado que la compasión trasciende la mera expresión de pena o empatía ante el sufrimiento ajeno, como mencioné al principio de esta carta. La compasión es, en su esencia más pura y elevada, el acto supremo de humanidad: la capacidad de sentir el dolor del otro como propio, de extender una mano amorosa hacia aquellos que sufren, incluso cuando el mundo parece estar en su contra. Simplemente me gustaría aclarar que la compasión no es una relación entre alguien que está sano y alguien que está herido, sino que es una relación entre iguales. Solo cuando se conoce bien la propia oscuridad, es entonces cuando se puede estar presente en la oscuridad de otros para ser ese rayo de luz. La compasión se vuelve real cuando se reconoce la propia humanidad.
Foot notes
- Diccionario Escencial de la Real Academia Española, «Compasión», s.f., en https://dle.rae.es/compasi%C3%B3n (referencia en el 29 de febrero, 2024).
- M. Shelley, Frankenstein o El Moderno Prometeo, Penguin Random House, España 2021, 327-328.
- Ibid., 270.
- Ibid., 207.
Bibliografía.
- Diccionario Escencial de la Real Academia Española, «Compasión», s.f., en https://dle.rae.es/compasi%C3%B3n (referencia en el 29 de febrero, 2024).
- M. Shelley, Frankenstein o El Moderno Prometeo, Penguin Random House, España 2021